“Mi amado árbol”
La tempestad fue apareciendo lentamente y todo quedó sin luz.
El viento castigó sin piedad los rincones donde la vida creció
con alegrías y penas.
La lluvia comenzó a llevarse las hojas de un pasado que se empeñan
en borrar.
Tendrás que tener demasiada fortaleza para arrancar de cuajo estas
raíces que han dado vida.
He abrigado la desnudez de las ramas, con hojas tibias en las primaveras
para que llenes de aroma y belleza los jardines.
Afirme la tierra floja en cada tormenta para que sigas erguido y cuando
el frío de la nieve congelaba tu tronco joven, me apoye para que no
cayeras.
Pero ahora que estas fuerte, porque la soberbia no te deja mirar el ayer y crees que has logrado domar el viento, la lluvia y la tempestad, solo siento lástima y dolor.
Mi amado árbol las raíces que he plantado y que te sirvieron para crecer,
solo morirán cuando madures y no tenga que esperarte para sanar,
nuevamente las heridas de tempestades vividas.
Susana Ríos