El silencio y la tristeza se habían apoderado de esa humilde vivienda, donde una tarde de mates y torta fritas llegaron varios hombres con armas gritando el nombre de la joven y sin poder hilvanar palabras, la arrastraron, como animal sin vida hacia uno de los autos y…jamás volvió a verla.

Eran los últimos días del mes de marzo del ’76. La dictadura estaba instalada en las calles de esa Argentina que comenzaba a desangrarse por el odio y la represión, que estudiada prolijamente, pusieron en práctica ese conjunto de seres que nada sabían de humanidad, tolerancia ni respeto.

Aquel fue el inicio del interminable calvario que ha vivido esta incansable madre que a pesar de estos largos 38 años de búsqueda no puede resignarse.

La desesperación fue aplacada por el llanto y el llanto por la inmensa tristeza que cerró para siempre las puertas de una felicidad compartida con esa joven alegre, llena de proyectos y de vida.

Vacía, oscura y silenciosa deambuló por los lugares más impensados, descubriendo los distintos tonos de la hipocresía humana, donde la mentira se transformaba en ilusión y la espera marcaba en el rostro los surcos imborrables del dolor por esa ausencia.

La fuerza del viento sacudía caprichosamente las ramas del viejo árbol que golpeaba adrede la ventana, como despertando a la anciana de ese interminable sueño que deseaba tener, para encontrar la paz que perdió cuando la cruel dictadura le arrebató a su amada hija.

Este es un simple recordatorio de una de las miles de historias que han tenidos que vivir madres, esposas, hermanas, hijas y abuelas en esa terrible dictadura donde desapareció casi una generación, que a pesar del tiempo siguen sufriendo esas “cicatrices imborrables”. Semana de la Memoria en el marco de la conmemoración por los 38 aniversarios del Golpe Militar del 24 de marzo de 1976.

Susana Ríos - Santa Teresita - 14-3-14