ustedes van a ser los mejores mensajeros del nivel y del valor que tienen cada una de estas cosas que han hecho para mí, para mis hijos, para Darío y para la comunidad entera. Ya verán ustedes mismos con qué amor, con qué cumplimiento, con qué respeto y con qué compromiso se trabajó.
Agradezco el trabajo que tengo: a mis compañeras por sobre todas las cosas, que me escuchan, que me entienden y me acompañan. A los chicos y a sus papás que me los dejan todas las mañanas, ellos son capaces de arrancar una sonrisa en mi y de hacer que en esas cuatro horas que estoy en el jardín pueda pasar a segundo plano mi situación, gracias a ellos que todas las mañanas me reciben con una sonrisa y que me alegran la vida, realmente ahí, en los chicos es el sentimiento más puro, más sano y más espontáneo.
Agradezco a los amigos que quedaron, y también a los amigos que conocí.
Agradezco de una manera tan especial a la familia que tengo, que realmente, sería muy difícil que yo estuviera parada hoy contándoles esto a ustedes, si no tuviera la familia que tengo: que me respalda, que está con nosotros desde el primer momento y hasta hoy a pesar de que cada uno tiene su vida y la vida continúa, pero en ellos yo encuentro absolutamente todo el apoyo, no los voy a nombrar uno a uno, pero cada uno sabe que los tengo en lo más profundo de mi corazón, y por supuesto agradezco al combustible de mi vida, mis tres hijos: Julián, Joaquín y Germán. Por ellos es que uno saca fuerza y pone garra...muchas veces la gente me dice que se sorprende de la fortaleza, yo digo que no, que eso nace de cada mamá, cualquiera de ustedes, Dios no lo permita les pasara una cosa así, haría exactamente lo que estoy haciendo yo. Por eso a mis hijos, por sobre todas las cosas, a esos tres soles de nuestra vida, de Darío y la mía, es que va todo mi agradecimiento y quiero terminar leyéndoles algo que encontré en un libro de Miguel Angel Cornejo, un hombre que apunta a la excelencia del ser humano: